A través de las palabras, creamos el mundo en el que vivimos, y es también a través del lenguaje como el ser humano refleja su realidad interior. Según las palabras que escogemos para comunicarnos con nuestro entorno, no sólo describimos nuestra realidad; según la forma mediante la cual nos expresamos, también podemos actuar sobre ella.
Así, unas veces la palabra se adapta al mundo y otras, el mundo tiene que adaptarse a las palabras, sostiene Rafael Echeverría, autor del libro La Ontología del Lenguaje. Diferenciamos
por tanto entre actos lingüísticos simplemente descriptivos -que narran lo que sucede- y actos generativos, que hacen que las cosas pasen.
La queja, el juicio, la crítica… ¿Imaginas una conversación sin ellas? Fruto de esta reflexión nace el reto de los 21 días sin quejas al que varios familiares y amigos hemos querido sumarnos y tú también puedes hacerlo. Y si caemos en la tentación, que la queja venga acompañada de una propuesta para mejorar.
El fin último es reconfigurar nuestro mapa mental para adquirir un nuevo hábito. ¿Por qué 21 días? Maxwell Maltz (1889-1975), un prestigioso cirujano plástico de la Universidad de Columbia logró reconocer, a lo largo de su trayectoria profesional, un patrón que a menudo se repetía entre sus muchos pacientes. Sucedía que cuando modificaba algún rasgo de su rostro, por ejemplo la nariz, les llevaba acostumbrarse a su nuevo aspecto 21 días.
En su manual Psico Cibernética: el secreto para mejorar y transformar tu vida, recogió con detalle la experiencia y expuso que muchos fenómenos observados comúnmente “tienden a mostrar que se requiere de un mínimo de 21 días para que una imagen mental establecida desaparezca y cuaje una nueva”.
Con los hábitos, buenos o malos, sucede exactamente lo mismo. “La imagen que las personas tienen de sí mimas y las conductas que han creado, guardan estrecha relación entre sí. Al cambiar la imagen, seguramente cambiarán los hábitos”, escribe Maltz.
El cerebro es un órgano moldeable; aprender nuevas habilidades puede tener un efecto en la estructura física del cerebro, modificándolo y estableciendo nuevas relaciones y circuitos neuronales que alteren su funcionamiento. Es lo que se conoce como plasticidad cerebral.
Entonces, ¿reconfiguramos nuestro cerebro en positivo para que nuestros hijos también lo hagan?
¿Cómo vamos a trabajarlo en casa? A través de la proactividad, es decir, enfocándonos en el ser y dejando de lado el tener.
Me sentiré contengo cuando tenga casa propia…
Si tuviera un jefe que no fuera tan exigente…
Si tuviera una pareja más paciente…
Si tuviera un hijo más ordenado…
Si tuviera más tiempo para mí…
Cuando somos proactivos, nos enfocamos en el ser. Entendí la importancia de entrenar la proactividad de la mano de Stephen R. Covey y su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Puedo ser más paciente, ser más sensato, ser más cariñoso… El foco está en el carácter.
Y aunque nos va a llevar seguro tiempo y entrenamiento interiorizarlo, siempre que pensemos que el problema está allí fuera, este pensamiento es el problema. El enfoque proactivo consiste por tanto en cambiar de adentro hacia afuera: ser diferente, y de esta manera provocar un cambio positivo en lo que está allí afuera: puedo ser más ingenioso, más diligente, más creativo, más cooperativo...
“Somos responsables de controlar nuestra vida, de influir en nuestras circunstancias trabajando sobre lo que somos” escribe el experto. Si realmente queremos mejorar una situación, tendremos que trabajar en lo único sobre lo que tenemos control de verdad: nosotros mismos.
Puedo dejar de poner orden en casa, la pareja, los niños… Y comenzar a trabajar sobre mis propios defectos. Y es que la felicidad, como la desdicha, es una elección proactiva.
Empecemos estableciendo una meta: 21 días sin quejas, pero podemos elegir cualquier otra; mantener más la calma en casa, practicar deporte, salir aunque esa media hora a caminar, leer ese libro que acumula polvo en la mesilla de noche… ¡Lo que sea! Establece una meta y trabaja durante 21 días para interiorizar el hábito hasta alcanzarla.
Sostiene Covey que al comprometernos y mantener nuestros compromisos, empezamos a establecer una integridad que nos proporciona la conciencia del autocontrol, y el coraje y la fuerza de aceptar más responsabilidad con nuestra propia vida.
¡Comenzamos! Para acordarnos y no perder el foco, es recomendable escoger alguna herramienta que nos recuerde el propósito a diario; puede ser por ejemplo una pulsera o cordón en la muñeca. Si te quejas y esa queja no viene acompañada de una propuesta para mejorar, cambia la pulsera o cordón de muñeca y vuelta a
empezar.
Contador a cero, pulsera en mano ¡Allá vamos!
Si quieres sumarte al reto, escríbeme un correo a carla@earlychildfood.com. Gracias por leerme y hasta el próximo post.
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Marta (domingo, 23 septiembre 2018 17:16)
“La felicidad es una elección proactiva” me grabo esta frase; 21 días sin quejas: vamos allá!! Gracias Carla
DEBORATH AZPURUA (domingo, 23 septiembre 2018 19:04)
Quiero apuntarme al reto.
Sonia @teach_or_treat (domingo, 23 septiembre 2018)
La sensación de que se pueden modificar conductas de nosotros mismos que no nos gustan es lo que más me atrae. Nunca es tarde, vamos a por el reto.
Gracias.
Yakelin lop (lunes, 24 septiembre 2018 08:49)
Me encantaria participar! Me sumo al reto�
Alicia (martes, 25 septiembre 2018 00:38)
Vamos a intentarlo
Amaia (miércoles, 03 octubre 2018 11:04)
Quiero apuntarme estoy a tiempo??
amanda (jueves, 01 noviembre 2018 11:38)
Me apunto al reto, tengo un bebe de un mes y una semana , y estoy decidida a educarlo segun el metodo montessori.