Desde los primeros meses de vida el bebé comienza a interiorizar términos como la profundidad, la altura, la distancia, el adelante, el atrás, el arriba, el abajo, la derecha, la izquierda… En su interacción con el ambiente, el niño adquiere la percepción de su propio cuerpo posicionado en el espacio, un elemento que influirá en la definición de su personalidad.
El movimiento ha sido tristemente olvidado en el ámbito educativo, relegado exclusivamente a la educación física, pasando todavía inadvertida su conexión con la inteligencia.