Cuando la curiosidad es tabú, el entusiasmo por aprender muere
Durante los tres primeros años de vida, para que nuestro hijo pueda percibir, reconocer, formular hipótesis o extraer conclusiones, necesita explorar libremente. Así, probará por ejemplo si una varilla pasa por los agujeros de un colador o si la misma varilla entra en una ranura, al tiempo que examinará con minuciosa atención los materiales a su alcance. Desde la suavidad o rugosidad, hasta el olor, el color, el tamaño, el peso o la temperatura.
Y es que, a lo largo de los tres primeros años de vida, es todo su cuerpo el que percibe y piensa, por eso es tan importante que el adulto a cargo del cuidado del pequeño le permita explorar con total libertad. Nuestra intención no es otra que la de promover que sea él el que descubra por sí mismo la enorme riqueza del mundo que le rodea.
La exploración libre le permite al niño comprender conceptos que son complejos de explicar; me refiero a la longitud, la densidad, el grosor, la intensidad o la textura. Por eso es tan importante ofrecer materiales y juguetes de calidad que promuevan este tipo de aprendizaje.
En este sentido, los bloques sensoriales de la juguetería Jugaia son una herramienta perfecta que, enfocada al desarrollo y control de la motricidad, permite potenciar también las capacidades sensoriales, cognitivas y hasta artísticas del pequeño.
Los bloques sensoriales integran en total 16 piezas que combinan cuatro colores (amarillo, azul, rojo y verde) con cuatro geometrías (cuadrado, rectángulo, semicírculo y triángulo) y cuatro rellenos diferentes (tierra, agua, bolitas y acrílico).
Recomendados a partir de los dos años, dada la destreza que demandan, ofrecen un espectro infinito de posibilidades, cualidad recurrente en el ecosistema de juguetes de Jugaia. Desde experimentar con ellos apilándolos y haciendo construcciones, hasta clasificar por continente y contenido, y entrenar los sentidos de la vista, el tacto o el oído. A Jana le fascina observar el mundo a través de ellos.
Una actividad tan aparentemente sencilla como es la de apilar, mejora la coordinación ojo-mano, desarrolla la fuerza, la concentración, la voluntad y la autonomía del pequeño. Y es que mientras nosotros, los adultos, jugamos para entretenernos, los niños lo hacen para aprender. Jugar es un derecho incuestionable en todas y cada una de las etapas de crecimiento y desarrollo que experimenta el pequeño.
“El adulto erróneamente imagina que puede realizar desde fuera un trabajo creativo, estimulando, ofreciendo directrices y sugerencias, a fin de que en el niño se desarrollen la inteligencia, el sentimiento y la voluntad […] La soberbia –recoge la prestigiosa pedagoga María Montessori en su libro El niño el secreto de la infancia– fue el primer pecado del ser humano”.
Promover la exploración libre de materiales sensoriales favorece el desarrollo de la inteligencia en aquellas etapas de crecimiento, como son los primeros años de vida, en los que el niño conquista el mundo a través de los sentidos.
Ofrecer juguetes como los bloques sensoriales de Jugaia le permitirá aprender las distintas cualidades de los objetos que examina. Así, establecerá relaciones de causa-efecto, los conceptos de semejanza y diferencia, la percepción de contrastes, la organización espacial, el desarrollo de la lateralidad, el perfeccionamiento de la coordinación, herramientas todas ellas que le ayudarán en la resolución de problemas, el entrenamiento de la concentración, la memoria y la focalización de la atención. Advertimos de nuevo que el niño es su propio maestro.
Reflexión personal
Limitándome simplemente a observar a Jana, la maternidad me ha brindado la oportunidad de aprender más que cualquier libro que haya podido leer hasta ahora y es que ella me ha demostrado que el niño no necesita la intervención de un adulto para aprender a sentarse, gatear o andar.
El desarrollo motor del bebé se produce de manera espontánea, en función de su maduración orgánica y nerviosa. El pequeño de 6, 9, 12, 15 ó 18 meses se muestra activo, preciso, ágil y concentrado en el juego si se siente libre.
El niño aprende con su propia acción y en los momentos que él elige. En este sentido, es importante huir de las comparaciones entre los bebés y niños de la misma edad, incluso cuando les ofrecemos los mismos juguetes. Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y un niño puede sentirse atraído por unos materiales haciendo un uso concreto de ellos y otro, sin embargo, darle una utilidad completamente distinta, y los dos estarán haciendo un buen uso. Simplemente se trata de explorar, aprender y disfrutar. El adulto a cargo de su cuidado tan solo tiene que limitarse a observar y mostrar una actitud de respeto, alegría, aceptación y empatía, que le permita crecer libre y feliz.
A la hora de disfrutar del tiempo con nuestros hijos, cuenta la cantidad y la calidad. Leyendo sobre el amor y cómo comunicárselo a nuestros hijos, escribe la psicóloga Dorothy Corkille que “el amor se manifiesta vívidamente cuando brindamos verdaderos encuentros y seguridad psicológica”.
El encuentro verdadero no es más que atención concentrada y que la autora describe como “estar por completo”. Los niños son extremadamente sensibles al grado de atención. Estoy aquí y ahora contigo y eso es importante para mí. Este es el mensaje que me gustaría transmitirle a mi hija, pero también a mi pareja, a mi hermana, a mi madre, a ti que me lees y das sentido a este blog, y a cada una de las personas que son importantes para mí.
Cada día me convenzo más de la importancia de vivir con atención plena ¿Damos prioridad a las cosas o a los seres humanos? ¿Cuántas veces atendemos el móvil mientras estamos con las personas que queremos? Quizás lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia. Estemos más y brindemos tiempo de calidad. El juego es una bonita manera de hacerlo. Gracias por leerme y hasta el próximo post.
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